La ilusión juvenil del Tricolor se apagó ante la jerarquía argentina. En una noche difícil para la Selección Mexicana Sub-20, los dirigidos por el cuerpo técnico nacional no lograron descifrar el orden y la contundencia de la albiceleste, que con goles de M. Carrizo al minuto 10 y M. Silvetti al 56’, selló un 2-0 que deja lecciones profundas más allá del marcador.
La imagen final —los once mexicanos abrazados en el centro del campo— refleja más que una derrota. Refleja el compromiso, el intento, la unión de una generación que lucha por devolverle brillo al fútbol formativo de México. Pero también deja claro que el camino aún es largo, que el talento necesita dirección, y que en los momentos clave la experiencia pesa.
Argentina fue más eficaz, más madura. México mostró destellos, pero le faltó ese último toque, esa serenidad que diferencia a los equipos que marcan historia. Hoy el marcador duele, pero también enseña.
En cada caída hay una semilla de aprendizaje, y en cada tropiezo, la oportunidad de volver más fuertes.
Porque el fútbol, como la vida, no se trata solo de ganar, sino de seguir soñando… incluso después de perder.
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