Humillan al Madrid !!!!

 

Este mediodía en New Jersey, el MetLife Stadium fue testigo de un terremoto futbolístico que dejó grietas en la memoria del Real Madrid y un rugido en el alma del Paris Saint-Germain. No fue un simple triunfo. Fue una paliza histórica, una humillación sin anestesia: 4 a 0.

El PSG no solo venció al equipo más laureado de Europa. Lo averiguó, lo desarmó, lo destrozó… con velocidad, juventud, y una hambre que olía a redención.

 

En la banca, Luis Enrique sonreía. No por vanidad, sino por convicción. Ha convertido a este PSG en algo que durante años parecía imposible: un equipo real. Un colectivo feroz, joven, dinámico, veloz. Nada de individualidades mimadas. Aquí todos corren, todos pelean, todos creen. Este mediodía, bajo el sol de julio, el París Saint-Germain jugó el mejor partido de su historia.

 

Fabián Ruiz fue el metrónomo silencioso, el equilibrio perfecto entre pausa y aceleración. Dembélé, en cambio, fue tormenta pura: desbordó como si tuviera alas, bailó con la pelota y quemó cada centímetro de césped que tocó. Pero no fueron solo ellos: Zaïre-Emery, Vitinha, Barcola, Marquinhos, Donnarumma… Todos estuvieron en comunión. Todos jugaron por y para el escudo.

 

Y el Real Madrid…

El Madrid fue una sombra borrosa. Xabi Alonso, que llegaba como un técnico de futuro, pareció quedarse sin presente. Sus jugadores, desbordados emocional y tácticamente, no encontraron ni siquiera orgullo para resistir. El equipo más grande de la historia fue hoy un naufragio blanco bajo el cielo americano.

 

Los nostálgicos miramos al cielo y recordamos al PSG de las promesas, de las caídas en octavos, de los fichajes millonarios sin alma. Ese París ya no existe. Hoy vimos a un PSG de verdad, con espíritu, con fútbol, con causa.

 

Ahora espera el Chelsea en la final, en un duelo que huele a revancha, a sangre nueva, a futuro. Pero antes de pensar en eso, hay que detenerse un momento y mirar atrás. Porque esta tarde no fue solo una victoria. Fue una declaración.

 

París ya no sueña con la gloria. Hoy la fabrica.

Y lo hizo, irónicamente, aplastando al más glorioso de todos.