Cuando el Mariachi se mezclo con la pasión del futbol.
El pasado sábado 11 de octubre, el State Farm Stadium de Glendale, Arizona, se vistió de gala para recibir una nueva edición del Clásico de Clásicos entre América y Chivas, un duelo que trascendió fronteras y encendió la pasión de miles de mexicanos lejos de casa.
El ambiente fue único desde el inicio. El himno de los Estados Unidos sonó con el inconfundible toque del mariachi, recordando que el fútbol también puede unir culturas, y entre acordes rancheros y las voces de los vocalistas de la Banda MS, el espectáculo comenzó con el corazón dividido en rojo y blanco, azulcrema y amarillo.
En la cancha, Chicharito Hernández volvió a encontrarse con el gol y levantó al público rojiblanco con su celebración llena de emoción. Pero el América respondió con la calidad de Dávila, quien igualó el marcador para sellar un 1-1 final que dejó la sensación de que ambos equipos querían más.
El partido, aunque amistoso, se jugó con intensidad. Uno de los momentos que marcó la tarde fue la lesión de Violate, quien venía mostrando un gran desempeño y ganándose el reconocimiento de la afición azulcrema.
Más allá del resultado, fue un encuentro lleno de nostalgia, orgullo y conexión con las raíces mexicanas. En cada nota de mariachi y en cada grito de gol, se sintió el eco de los clásicos que nos hicieron amar este deporte.
Porque el Clásico no solo se juega, se vive… y se recuerda.
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