America y el Tetracampeonato

Otra vez América. Otra vez en la final. Otra vez con medio país celebrando… y la otra mitad sospechando. Las Águilas están a noventa minutos —o más, si hace falta— de alcanzar lo que nadie ha logrado en torneos cortos: un tetracampeonato. Una hazaña, dirán algunos. Un síntoma de un fútbol cada vez más predecible, dirán otros.

 

Porque lo del América no es solo ganar. Es dominar. Es imponer condiciones dentro y fuera de la cancha. Es ser el club que, con el presupuesto más alto, con una plantilla que parece sacada de un videojuego, y con un entorno mediático favorable, siempre está en el lugar indicado, en el momento adecuado.

 

¿Mérito? Sí, lo hay. Jardine ha construido un equipo sólido, equilibrado y eficaz. América no perdona errores, castiga fallos y juega con una jerarquía que aplasta al rival. Pero también hay cosas que no se entrenan: los penales que siempre parecen caer del lado azulcrema, las expulsiones que llegan cuando más las necesitan, los silencios arbitrales en momentos críticos. ¿Casualidad? ¿Coincidencia? ¿O simplemente una liga hecha a la medida del más poderoso?

 

Mientras otros clubes pelean por no desarmarse cada semestre, América refuerza, renueva, invierte. Mientras unos luchan por atención, América ya tiene la narrativa asegurada. Todo esto, en una Liga MX que parece diseñada para beneficiar al espectáculo… siempre y cuando ese espectáculo tenga escudo águila.

 

El tetracampeonato está a la vuelta de la esquina, y con él, el debate. ¿Estamos ante el equipo más dominante de la historia reciente o ante la evidencia de que el fútbol mexicano se ha inclinado demasiado hacia un solo lado?

 

La respuesta dependerá de quién la cuente. Lo que es seguro es que América volverá a estar ahí, celebrando en el Azteca o en la portada de todos los diarios. Pero en las gradas, en las redes y en las mesas de análisis, quedará flotando la misma pregunta incómoda: ¿esto es fútbol… o es un guion que ya leímos demasiadas veces?